¿Estoy mal por sacar a personas de mi vida? No sé si sea una pregunta que las personas se hagan usualmente y quizá es mi mal hábito de pensar, pensar y pensar en absolutamente todo.
Si leen cualquier investigación sobre historia de la locura en mujeres, notarán que generalmente las excluidas somos nosotras, las locas, las feministas, la que levantamos la voz. ¿Será que decir yo te rechazo antes de que tú lo hagas es un mecanismo de defensa?
He sido abierta en cuanto a temas de salud mental y deseo seguir por ese camino. Hoy he pensado sobre la “soledad elegida” de quienes nos damos cuenta de que debemos priorizar las vivencias y personas cercanas que nos hacen bien. No sé si era igual de difícil antes de las redes sociales, pero hoy se siente casi imposible optar por esa soledad sana.
Las relaciones tóxicas son un tema tan común que a principio de año se convirtieron en un meme. Hay montones de artículos, hashtags, infografías y a veces pareciera que debemos recortar al noventa por ciento de nuestrxs conocidxs: en la época de burbujas ideológicas en la que vivimos, eso también parece peligroso.
Tlahuelilpan. Este fin de semana se agregó una tragedia más a la larga lista de horrores mexicanos. Y yo, desde mi burbuja, seguí teniendo contacto con personas que no tuvieron vergüenza al decir que extrañaban a Peña (sí, el de cientos miles de muertxs, el de las fosas, casa blanca, Atenco) y que incluso hicieron paralelismos con la Guardería ABC o Ayotzinapa. Vi la apropiación de un reclamo de justicia para la defensa del privilegio. Es entonces cuando me pregunto de qué sirve romper nuestra burbuja tratando de entender una otredad que jamás se ha preocupado por salir de su propio mundo pequeño y privilegiado. O incluso me pregunto si yo estoy incapacitada para comprender esos razonamientos, si hay algo en mí que está mal o que falta para poder comprender.
Hoy por hoy elijo una soledad que pocas personas están invitadas a compartir. Sí, tengo dudas –constantes– pero me parece que es necesario para poder sobrevivir, sanar todo lo que necesito y lidiar con la batalla diaria de la ansiedad y la depresión. Sé que allá afuera hay personas más fuertes que podrán dar la batalla que yo ya no puedo, que seguirán dialogando –o intentando, hasta topar con pared. Por lo menos, eso espero.
¿Me quieren contar sobre sus soledades elegidas para hacernos compañía en este barquito?