Leí The Human Stain de Philip Roth y es un libro que les recomiendo muchísimo. Si algún día me animo a escribir una novela, espero acercarme a la manera en la que Roth logró configurar a sus personajes, a quienes a lo largo de la lectura llegué a conocer íntimamente.
El personaje principal, Coleman Silk, logró que me cuestionara muchas cosas sobre lo que se puede considerar correcto o incorrecto, sobre las decisiones de vida y la caducidad humana. Él es un reconocido profesor que a las 71 años se ve obligado a dejar su vida académica al ser acusado, de una manera ridícula, de racista. A partir de ese momento, nuevas personas entran a su vida: cada una demostrando que no se puede vivir sin sentir dolor, un dolor subjetivo del cual nadie puede escapar. También nos encontramos con los recuerdos de la vida de Coleman: una serie de decisiones que matizaran su vida de manera profunda y permanente.
Después de leer la novela, me animé a ver la película. Me emocioné cuando vi que los protagonistas eran Anthony Hopkins, Nicole Kidman, Ed Harris y Gary Sinise. Me cuesta trabajo no ser dura con la película a pesar de que sé que es imposible meter todas las cualidades de la literatura en hora y media de filme. Sin embargo, creo que las historias de Coleman Silk, Faunia Farley, Nathan Zuckermann y Lester Farley no tienen sentido si no se les conoce profundamente.
Por ejemplo, hay una escena en particular, cuando Faunia habla con el cuervo, que en el libro es un momento de introspección y redención; en la película parece una mujer que raya en la esquizofrenia.
No soy de las personas que está peleada con las adaptaciones de libros al cine; incluso creo que hay películas que lo han hecho mejor que su predecesor de papel. Sin embargo, sí creo que hay piezas que han encontrado su forma absoluta en un libro y resulta imposible que su metamorfosis a imágenes logre lo que las palabras en el texto.