Se va a caer

La ciudad está viva y tratamos de domarla a diario. Nos habla y siempre hay un guion que se marca desde el poder. Los monumentos y edificios nos dicen qué eventos en la historia son relevantes, qué ideologías seguimos, quiénes importan. Los monumentos nos dicen qué valoramos como sociedad. Y en este país, en esta capital, no es la vida de las mujeres.

La Ciudad de México es la suma de muchas urbes, unas pequeñas, otras enterradas. Debajo de la plancha del Zócalo, del Palacio Nacional y de la Catedral, por ejemplo, existen trazos y huellas de otra ciudad que fue exiliada a las profundidades con la llegada de los españoles. Día a día, estos símbolos nos hablan, nos murmuran su importancia, su poder. Las feministas lo que han hecho es cuestionar ese discurso –encarnado en todos estos símbolos patriarcales– que a diario nos grita que nuestra vida no importa. 

No he visto en las críticas que exigen el silencio de las paredes alguien que reclame que se desmantelen las edificaciones coloniales para reconstruir las pirámides despojadas de sus materiales. Las intervenciones de las protestas tienen menos valor ante esos ojos porque son edificios que simbolizan todo en lo que creen: la opresión, la supremacía masculina, la historia de cómo “nos domesticaron”. 

Las mujeres estamos construyendo una nueva ciudad encima de estos símbolos y quienes se aferran a ellos –desde el presidente, hasta los autoproclamados restauradores o historiadores en las redes sociales– se convierten en un muro más que hay que tumbar. Las feministas nombran a las que ya no están y evidencian al Estado que se empeña en invisibilizarnos a todas. Poco importa que en la capital mexicana la Jefa de Gobierno sea mujer si ella personifica el mismo pacto patriarcal. 

La ciudad que están construyendo con las intervenciones es la que yo quiero habitar. Sólo en ella me puedo ver con una voz, viva, recorriendo las calles sin miedo. En la ciudad que ellas están dibujando, todas tenemos nombres y no somos un expediente empolvado más. Sólo en esta urbe reinventada tenemos la posibilidad de sanar las violencias que se repiten como espirales desde que somos niñas.

Con las pintas, están tumbando los símbolos, arrancándolos desde la raíz, y nos ofrecen una alternativa, una metrópolis que sea –efectivamente– madre y hogar. 

No sólo están interviniendo un muro. Simbólicamente lo están tirando.

Y se va a caer.

Fotografía de https://www.facebook.com/Desinformemonos/

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