Adán y yo estamos en transición a una vida más “saludable” porque #ElMiedoNoAndaEnBurro #covid. Dejamos de fumar e intentamos tener cuidado con la comida que incluimos en nuestra dieta. Algo que disfrutamos mucho es una receta de papas adobadas que modificamos un poco (básicamente son papas hervidas con limón y chile).
Ayer iba a hacerlas y experimenté con una nueva técnica, que consistió en usar la Thermomix. Quienes hayan adquirido una de estas máquinas, comprenderán la necesidad de intentar usarla para absolutamente todo. Es un deseo de desquitar lo que cuesta el aparato, que honestamente, no hay forma racional de lograrlo. Creo que la mejor descripción de la Thermomix sería compararla con la heroína: nadie la necesita hasta que la usa por primera vez (nunca he consumido heroína, pero vamos a creerle a Breaking Bad). De hecho, ahora que lo pienso, el costo de esta licuadora que calienta la máquina me apabulla más al considerar que no puedo hacer mis papas adobadas ahí: quedaron como un puré ácido que nadie, NADIE, debería comer. En consecuencia, hoy me propuse hacer nuestras papas adobadas de la forma tradicional: en una olla que no estoy obsesionada con usar porque no costó un riñón.
Antes de seguir, es necesario un paréntesis para explicar que a veces la ansiedad y la depresión afectan la memoria. En mi caso… es un problema grande.
Intento reírme de ello diciendo que soy como Dory, la pescada de Buscando a Nemo que todo mundo amaba antes de odiar a Ellen DeGeneres por tratar a sus empleadxs de formas terribles, es decir, sólo un poco mejor de cómo lo hace el promedio de la clase media-alta mexicana.
La medicina que tomo suele ayudar con eso. Gracias a estas pastillas, además, puedo dormir, lo cual ha implicado un atraso tremendo en mi lista de lectura, pero más ganas de vivir, por lo que vale la pena aguantar los bonitos efectos secundarios que tiene. Ya saben, subir de peso por tener ganas incontrolables de terminar con toda cosa dulce que haya en la casa o tener de pronto mucho sueño durante el día. Como dato curioso, los antidepresivos tienen como uno de sus efectos secundarios * redoble de tambores * más depresión e ideaciones suicidas. Una vez que superas náuseas, estreñimiento y las ganas de aventarte al metro, quiere decir que tu psiquiatra ya le atinó a tu dosis y puedes empezar el camino a la recuperación.
Al inicio de este año, mi psiquiatra me dijo que en marzo o abril comenzaríamos a dejar el medicamento. Ahora, cuando recuerdo ese momento, pienso en el inicio de una comedia mala y la voz en off de una narradora diciendo: little did she know… Sobra decir que ese plan no procedió y no sólo no quitamos la medicina, sino que agregamos una más y subimos la dosis en los días que tengo síndrome premenstrual.
Los días en los que estoy mejor, mi memoria no es TAN mala. Incluso hay ocasiones que creo no estoy en uno de los peores bajones, pero mi cuerpo no está tan de acuerdo y mi cerebro se niega a retener cosas básicas como recordar que hay algo en la estufa que necesita apagarse. Hoy fue uno de esos días.
Nuestra receta de papas adobadas lleva algo de chile de árbol, por lo cual olvidarlas tuvo como consecuencia que la cocina quedara como si la policía mexicana hubiera pasado a mi casa a disolver “pacíficamente” una marcha. Mi cerebro decidió recordar las papas cuando empecé a ahogarme con una de esas toses que ya no te pueden dar en público porque corres el riesgo de que te agarren a tehuacanazos con Lysol MR
Al final, debo confesar que las papas quedaron semi rescatables y hoy las disfrutaremos viendo The Crown, serie que se debería llamar “¿Cuántas vidas puede arruinar la reina de Inglaterra?”, “La masculinidad es más frágil que un mazapán” o, como dice Adán, “Los ricos también lloran”.
PD: si quieren la receta, mándenme un mensaje o búsquenlo en google. El título era un clickbait descarado.
PD2: La foto es de stock. Nunca me han quedado tan bien las papas. Ni en mis mejores días.