Silencio

Traigo un texto atravesado, que no escribiré hoy, pero que no deja de dar vueltas en mi cabeza. Es sobre la infancia, mi infancia, las personas con las que vamos coincidiendo en el camino y que nos destruyen o construyen –según sea el caso. Quizá no es hoy el día para escribirlo porque estoy muy ocupada con la tesis, quizá porque aún no se dejan ver las palabras correctas, quizá porque es algo que nunca podré sacar y se quedará como una ancla que me clavará al suelo el resto de mi vida.

Luego pienso que no es sólo el texto resbaladizo el que traigo atravezado sino un exceso de emociones que a veces cuesta trabajo controlar. Hoy recibí una terrible noticia,  a la que no estoy directamente relacionada– o sí, deberíamos estar todxs  relacionados con el sufrimiento de quien nos rodea– pero que me ha pesado en el pecho desde la mañana. Una bebé de dos años murió por negligencia médica y la rabia, tristeza e impotencia que vi en su tía, quien trabaja conmigo, quien es también mi amiga, es algo que no puedo sacudirme del cuerpo. Después de recibir la noticia nos abrazamos las dos llorando en la cocina, como imagino que muchas mujeres se abrazan en este país esperando a sus personas desaparecidas, como creo que miles se acompañan con los “daños colaterales” de esta guerra sin sentido.

Pensé todo el día en las madres y padres de la Guardería ABC, que llevan diez años en este abrazo y a quienes hemos abandondado. Recordé las fotos liberadas por la PGR donde expusieron ropa encontrada en las fosas para que los familiares pudieran reconocer algo, lo que fuera, y que dentro de esas imágenes también había ropa de bebés. Llevo todo el día reflexionando en cómo la infancia en este país es precaria, ignorada, maltratada y que lo que  la mayoría de esos niños y niñas tienen por delante es una juventud perseguida por ser incómoda, por no poderse callar, por darse el permiso de sentir.

Hoy, con el texto atorado de mi propia niñez, pienso en todas aquellas infancias que no fueron y que no serán. Las vidas que pasan desapercibidas por su brevedad, porque seguimos pensando que los bebés no sienten dolor, creemos lxs niñxs manipulan, exageran y sólo hablan de cosas aburridas y estamos segurxs de que las personas adolescentes no tienen nada de relevancia que aportar –cuando es todo lo contrario.

Cuando escriba ese texto que traigo encajado, comenzaré redactando algo así como “me hubiera gustado recordar mi infancia con una sonrisa”. Luego borraré la frase porque a pesar de ser cierta, suena de lo más ridícula. Entonces quizá teclearé algo más profundo, una sensación que llegue desde la entraña que en este momento es impronunciable, pero que espero que algún día pueda yo escribir y ustedes leer.

Hoy, dejo sólo este texto por aquí. Pensando en la familia de Alondra y en lo fría que se debe sentir esta noche, la rabia que sentirán cuando salga el sol mañana y la justicia no haya llegado –porque no hay justicia que alcance para una pérdida tan grande. Me quedaré aquí esperando a poder dar otro abrazo fuerte a Marlen y asegurarle que el tiempo hará que el dolor sea menos. Tal vez sea una mentira y tal vez ella lo sepa, así que quizá el silencio sea lo único que alcance.

Supongo que por eso mi texto no se deja ver, porque por el momento, esas vivencias y emociones sólo caben en el silencio.

 

 

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